Se conoce como náyades a las ninfas de los cuerpos de agua dulce —fuentes, pozos, manantiales, arroyos y riachuelos—, encarnando la divinidad del curso de agua que habitan. Todas las fuentes y manantiales célebres tienen su náyade o su grupo de náyades, normalmente consideradas hermanas, y su leyenda propia.
A menudo eran el objeto de cultos arcaicos, adoradas como esenciales para la fertilidad y la vida humana. Con frecuencia se atribuía a las náyades virtudes curativas: los enfermos bebían el agua al que estaban asociadas o bien, más raramente, se bañaban en ellas. Así como benévolas, las náyades también podían ser peligrosas. En ocasiones, bañarse en sus aguas se consideraba un sacrilegio y las náyades tomaban represalias contra el ofensor, lo que normalmente acarreaba como castigo la locura del infortunado testigo.
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