Radio (Ojalá tocaran más Bad Brains y Husker Dü)

En una reciente entrevista, de esas que ponen en youtu, tuve la oportunidad de encontrarme con Morrissey. Prometedora, como suelen ser sus entrevistas y controversial, como lo son sus puntos de vista, me fue imposible dejarla pasar; Steven Patrick Morrissey está en mi lista de favoritos. Sonoro, recalcitrante, cínico y original así a lo “film noir” meets Tarantino: Big Mouth struck again! En ella, parte de una entrega de premios escogidos por el público, Morrissey aprovecha para colar un poco de su idiosincrasia y alega que: “la radio de hoy día parece estar diseñada para niños”.

Al parecer, la cosa es igual sin importar dónde se esté. Encender el radio en esta isla de encanto y chutins de heroína en cada esquina es un ejercicio en autocastigo (pues las opción de sintonizar es exclusiva del individuo). Es también la insistencia generalizada en que debemos regresar a una época infantil en la que mamá nos corrija, guíe e instruya a son de bisílabos y gritos. Escuchar radio –sea AM o FM – es sambuirse en el ruido escabroso, en la garata encajonada en un latón; saltar a ojos cerrados hacia una piscina contaminada con verborrea y alguna otra enfermedad de moda (escándalo legislativo, crica en vídeo o suicidio por compasión).

Según aquella canción de Trevor Horn, “Video Killed the Radio Star”, pero ¿qué hubo con la radio? Supongo que cambió a la estrella por una madre (o padre) sin idea del desastre que carga y le ha dado el puesto de programador, disc jockey, analista político y comentarista de deportes.

Odio tener que darle la razón a Morrissey pero la tiene, debo buscarme un reproductor de Mp3.