Tríptico para un juego de azar (Primera Entrega)

Hay que tener cuidado con eso de las entradas gratis; o mejor dicho, es necesaria la prudencia cuando se juega con el azar. Alguien, que suele ser un creativo de agencia publicitaria, inventa un gran esquema –o campaña, como suelen llamarle-, para intentar aumentar las ventas de cierto producto estéril –sea refresco, detergente, o préstamo hipotecario-; sin contar con eso de las estrictas leyes estadísticas, decide adherirse al atractivo lúdico que tiene la lotería (sueño que dormido pernocta en nuestro subconsciente) y luego, ¡zas! ahí están los números de tal o cual encuesta del mercado para demostrar que ha valido la pena invertir en el muchachito recién graduado, su auto importado y el constante flujo de café moca que paga su jefe porque es ese y no cualquier expreso de obrero común la sustancia que lo hace pensar con tal sagacidad y enjundia.
Y no es que sea cosa censurable eso de los juegos que garantizan que no hay nada que comprar para participar –a pesar de ser ya de por si una regla ambigua, pues si no se compra el producto en primer lugar, según la bien estudiada matemática, son mínimas las probabilidades de ganarse cualquier sorteo-, si no es que se saca un “trate otra vez”, es que nunca se conoce la identidad del ganador, y es entonces cuando debería dudarse de la veracidad de todo el ensamblaje que inventó el ejecutivo que ni siquiera ha utilizado el producto que debe vender… ¡vaya por aquellos que todavía soñamos con ganarnos algo!
Pero debo dedicarme a lo que mi intención primordial dispone. Tengo un amigo que está tanteando la idea de entablar una demanda por insatisfacción con una de esas “loterías participa y gana”, por eso mi enunciación original de que es necesario tener cuidado con los juegos de azar, en especial, cuando obviamente son manipulados por uno de esos creativos que no tiene otra cosa que inventarse, más que transgredir los cánones de la desviación estándar. ¿Acaso desconocen que las matemáticas, al igual que las artes, son sagradas?
Mi amigo, como decía, y a quien nos referiremos como P de ahora en adelante, compra el producto X en Y establecimiento; el empaque Z –que P ha escogido de modo aleatorio-, resulta ser el empaque ganador, pero Z no era más que el valor particular de la fracción de un conjunto especificado por el cual P sintió afinidad y predisposición (nada, mera casualidad); entonces cuando P decide canjear su premio, que denominaremos X², es justo cuando comienza la debacle numérica. ¿Por qué? Pues porque a pesar de que P está contento, no se ha fijado que las reglas del concurso tienen una excepción temporal (µ), nada, un error tipográfico que provoca una alteración de los resultados, pero que a la larga, si la benevolencia de la compañía matriz es suficiente (1λ) y el creativo es capaz de aceptar el error (2λ), el resultado de X² = [P / (1λ - 2λ)³] no se afectará, acción que gracias a su circular particularidad y coeficiencia estadística, permite a los resultados llegar a su final sin consecuencia mayor; quizás un ¡carajo, que porquería! Y, aunque la ecuación final parezca no tener sentido:

P+ (X Δ / Y Δ)² / Z µ ± 1 / X π [P / (1λ - 2λ)³] =X²


Es evidente que gracias a la absurda matemática de las grandes compañías que piensan tenerlo todo calculado, incluyendo las probabilidades de que no van a tener que entregar nada, pues Z puede hallarse aún en una caja solitaria en Estambul, fue mi amigo quien salió perdiendo en esta lotería, pues esperando recibir el famoso auto europeo que tanto vio anunciado en televisión, recibió entradas gratis para El Ballet Experimental Birmano de Québec, dirigido por un tal Dimitri Bolshovic Stalinslavskovic.
(Continuará...)

2 observaciones:

Iva said...

Ernesto-
¿Quien entiende esa matemática? Nada más volver a pensar en ella me da dolor de cabeza. Me encanta la voz de este texto.

Muy ingeniosa tu idea. Espero con ansias la segunda parte...

Kento said...

De momento me senti que estaba dentro de la pelicula "Pi" o a "Beautiful Mind"

Espero la otra parte del triptico....







"Had I known I was dead
I would have mourned my loss of life"

- Ota Dokan

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