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Ahora tenemos DJ’s Celebridad, comediantes desempleados, humortivadores, psicologi-dj, analistas politiqueros, verdugos editorialistas y hasta neocristianos sionistas de ultraderecha, todos con licencia para disparar sin encomendarse a nada. Popularmente proclamados como amigos o panas por llamadas y escándalos, el disc jockey, ha superado su condición de voz para convertirse en recurso de primera necesidad.
Según percibo, el peligro está en que estos artesanos del “real-radio” han digerido todo en pos de un enriquecimiento de encuestas y payola. Sermones, libros de autoayuda, revistas populares, noticias, escándalos y hasta videos de sexología forman parte del nuevo discurso que espepita la banda (AM/FM); y éste se consume como si viniese de verdaderos expertos, interesados únicamente en llenar el espacio de ruido y no de contenido útil. Escuche por una hora el programa Nocturno de Laura Rosado y adiéstrese en el tierno arte de sacudir miserias a cambio de falsa compasión (aunque nadie pueda ganarle nunca al desaparecido Magic Night); o sintonice los espacios del disputado “Morning Show” (lleno de bla-bla-bla y temas sacados de un cómic de Condorito) o el peor Show de 3 a 7 y reciba de manos de verdaderos humanistas lo nuevo en las disciplinas del comportamiento humano. Ríase de parafilias, desordenes de conductas, estilos de vida y asesinatos recientes o ¿por qué no? Ríase de Shorty Castro, que para eso nació. Puede escoger también sintonizar el análisis de un experto en visiones unilaterales, o deleitarse con la comedia sobria y “yuppie” de autoprocalamados entretenedores.
¿Por qué prevalece esa insistencia juvenil de medias verdades, juicios valorativos, el vacilón cruel y los diagnósticos erróneos sobre asuntos ajenos? Creo que la respuesta yace en el falso sentimiento de poder que provee el “real radio” de hoy día logrado a través del poder de la “OPINION DE LOS OYENTES”.
¡Vamos a las líneas!
Opinar en radio, con todo y la protección ofrecida con el distorsionador de voz, le ha dado al radioescucha la idea de inclusión, de participación activa en asuntos que, al final del turno, no resuelven nada. Con este nuevo poder en las manos de cualquiera que logre acceso a colar la llamada “al aire”, se ha desarrollado otro tipo de intelectualidad, tal vez menos hermética que la de la academia formal, pero igualmente convencida en la certeza de sus métodos de ejercicio. Informal en su acercamiento a los temas, cada participante es docto, ha experimentado, conoce a alguien, ha leído o ha provocado una porción pertinente al tema en discusión. Y si no lo es, si no convence al tribunal de locutores y productores sentenciosos sobre lo pertinente de su opinión, simplemente se le mofa y se le corta la comunicación no sin antes tildarlo de idiota y que llame mejor a la competencia. Son días extraños estos, incluso la privacidad de los propios locutores se pone en transacción a cambio de rating, sin embargo, no quieren entonces que el juicio les toque públicamente.
Taylor preguntaba en su canción, Radio what’s new? Pues, “Real Radio”, baby. Radio Ga-Ga; nada más.
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