Hay una sensación de extrañeza al sostener en las manos el resultado de trabajo –placentero, pero trabajo al fin – inseguridades, dudas y palabras que se han ido lejos mientras otras perforan nuestras relaciones cotidianas. Hay ataduras eternas que se estrechan en momentos de tensión. Se sucumbe ante la tentación de creernos cosas y jugar un juego para el que la incertidumbre danza.
Hace ya algún tiempo hablé con Rey Andújar sobre el oficio del escritor(es un tipo muy prudente y mesurado al momento de hablar de sí). Algo que me impactó de singular forma es la manera en la que se expresó sobre las dudas que persisten tras la publicación, la sensación de no saber si se tiene el suficiente talento para lograr eso que todo escritor busca: las lecturas después del tiempo. Admito que no lo comprendí a cabalidad; lo descarté como un hombre modesto, un escritor sencillo, un erudito humilde. Sin embargo, ayer, luego de sentarme frente al producto de muchas horas, todo lo que dijo el amigo adquirió sentido.
Ya no queda otra opción excepto sentarme y seguir trabajando en los proyectos futuros; nada de jugar a ser nadie más que lo que somos. Náyade ya le pertenece a la última prueba de un texto: la lectura de otros ojos; la interpretación de otros contextos. Algo así como los hijos que se traen al mundo; se les da lo mejor que se sabe, no sin quitarles los buenos deseos y las esperanzas.
Ahí va eso...
1 observaciones:
Pues yo seria un agricultor jumirde,
sin embelecos de esos academicos, pero con algun conocimiento
de deconstruccion, campos semanticos
y cositas desas para salpicar mi
interes por la horticultura.
Suerte y exito.
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