Breve disertación: La telenovela

Al igual que otros géneros, la telenovela posee normas que la rigen y la identifican. Requiere del seguimiento y la fidelidad del espectador, todas tienen que ver con el mecanismo del secreto como estrategia para producir un efecto deseado (Escudero: 1996: 70) y son tan predecibles que, me pregunto cómo es que gran parte de nuestro pueblo sigue pegado al televisor sabiendo cómo terminará la maldita.

Un buen amigo psiquiatra me dijo que las relaciones humanas se reducen a tan solo 18 situaciones. Estas pueden ser (entre todas) situaciones de amor, de alegría, de pena, de odio, de lujuria y así por el estilo. Pero, dijo el ilustre Dr. García-Bárcena, esas dieciocho se reducen a una sola cosa: el encuentro entre el bien y el mal. Tomando en cuenta esta aseveración -que me parece muy lógica-, es obligatorio como escritor tener en cuenta que nuestro culebrón se tiene que adherir a este teorema de proporciones ying-yang. Y a pesar que es precisamente esa fascinación con lo bueno y lo malo lo que nos mantiene frente al televisor; mantenemos igualmente un interés en la fantasía. Eso y la repetición de un leit motif es lo que hacen de la novela el gran fenómeno que es.

En candida conversación con el historiador cultural puertorriqueño, Mario Cancel, situamos la fascinación con las telenovelas, mucho antes de que estas fueran inventadas. Argumenta el gentil profesor que, como método para mantener a las mujeres en casa mientras el esposo luchaba por la reconquista de los lugares santos, debía idearse una herramienta con la cual se capturara la atención de la mujer, se le pudiese alimentar con turbaciones referentes a la santidad del matrimonio y se perpetuara el modelo de fémina débil. Hea pues, las novelas de amor cortés. Claro, el nexo con su precursor, la telenovela debe haberlo olvidado –telenovelistas y telenoveleros evidentemente poseen memoria corta-; nadie ya hace referencia al pasado. Sin embargo, no es hasta el surgir de la “novela romántica” como género literario, que la verdadera fascinación por lo idiota se agudiza.

Tómese por ejemplo algunos trabajos literarios del siglo XIX: Dumas, Wylde, Stevenson, Balzac, nuestro propio Betances y su Escaldado, El Cofresí de Tapia; todos llenos de extremos, sufrimientos, palidez y belleza, enfermedades terminales (quien no hubiera querido morir de tuberculosis o sífilis en aquellos días); denominadores comunes que, a través del tiempo, evolucionan pero cuya esencia estrambótica se mantiene intacta. Hasta que llega a los hogares el televisor, instrumento vital de la modernidad rancia a nuestro derredor. No es hacerle la batalla al Romanticismo, pero justo esa percepción fue la que más arraigo tuvo en la literatura y, sin duda, provocó una ruptura entre los demás periodos y estilos narrativos. Fue ese romanticismo estrambótico y adornado el que degeneró sus células, inevitablemente mutando a peores prototipos literarios y de entretenimiento.

Pasaron pues estas historias al radio transistor. Los villanos adquirieron voces guturales y maquiavélicas, podíamos escuchar sus pasos en la noche, sus risas malvadas hinchaban el corazón. Llegaron también nuestras protagonistas, sus voces frágiles y seseantes prestas a enamorar; las matronas y su “africanizada” jerga; el galán engolando la garganta para convertirse en el sueño imaginado de damas… ¿y por qué no? De caballeros. La radionovela marcó una época que afianzó con mayor solidez los prototipos, allanado el camino para ese mal que hoy día ocupa más del 88% del tiempo de programación televisiva se quedara para siempre.

Es innecesario entrar en materia sociológica e histórica; nos sirve saber que el Puerto Rico de mediados de siglo, era neourbanizado, poco ilustrado y víctima aún reciente del eñangotamiento americanistiqui. ¿Cómo no habríamos de enamorarnos de la televisión? ¿Del indio en blanco y negro o las rayas del arcoiris antes de comenzar las transmisiones del día? Como todos los demás habitantes de la tierra, caímos a los pies de nuestras propias fantasías salidas del libreto radial y convertidas en imágenes en movimiento: “Ante la ley”, “Soraya”, “El derecho de nacer”, “Juan del Diablo”; fantasías que embarcaron a los televidentes, enviándolos a un lugar más allá de la normalidad de sus vidas urbanas.

Una pregunta prevalece en este reducido escrito que debe extenderse a unas mil páginas para poder explicar a cabalidad lo horrible de nuestro legado social: ¿Por qué han sido tan exitosas, incluso las telenovelas más burdas y chatarras? Si comprendemos que la telenovela viene ligada a muchos otros factores influyentes, desentrañamos pues, la fijación enfermiza que domina a miles y miles de televidentes.

Las telenovelas venden. Aun cuando nos sentemos, igual que tantos, “por ver algo en el televisor”. El ensamblaje que las acompaña es, en esencia, el agente esclavizante; el gancho. El concurso del jabón que regala, los autos, las prendas, el sazón con el gustito por lo refinado en el fondillo, las pastillas para las espaldas cansadas, el perfume para la peste en los sobacos sudaos del mantenido. La telenovela se hace partícipe y vocero del caudal subcultural; embruja y emboruja. Y no ya sólo a la ama de casa o a la jovencita que tiene que sentarse a embrutecerse con su madre novelera. La telenovelería sirve un buffet para todos: los niños, los lindos, los escamosos, los feos y los rebeldes. A su vez perpetua un estilo común y burdo, una actitud de vida cada vez menos deseable. Mancha nuestras relaciones diarias; no se sorprenda cuando su novia quiera vengarse de la “otra”, o cuando su niña le diga que quiere casarse con un “empresario con despacho y empresa”.

El mundo es mucho más amplio que el micromundo pueril de la telenovela, es cierto; lo difícil es cómo cambiamos la visión que nos persigue. Quizás debamos encontrar otra adicción con ilusas soñadoras o situaciones idiotas. Como va la cosa, el futuro promete... promete y mucho.


5 observaciones:

Anonymous said...

Vaya!!! me encanta la mini-disertación, bravo! Mi interpretación de la acogida de la telenovela es la siguiente; representa una verdad que la masa desea vivir. Donde existe una marcada diferencia entre los buenos y los malos. Una realidad en la cual los malos pagan por su maldad y los buenos son recompensados. Si observamos la sociedad como es, esas diferencias marcadas no existen y no siempre los buenos son recompensados. Por lo que concluyo que, además de ser la mejor y más barata manera de lavado de cerebro, es un mecanismo de defensa de la psique humana... un escape... la fantasía que permite que se levanten día a día y puedan soportar el peso de la rutina.

Saludos desde mi pedazo de tierra en el sur!

Anonymous said...

Hey saludos!!! espero pasar mas a menudo por aca.

Francisco said...

Hola Enersto:

Algún tiempo sin escribir, pero aqui van mis dos centavos.
Me encantó tu escrito!!!,

Soy fanático de los relatos, así sean basado en ficción o en echos reales. He podio ver algunas telenovelas y solamente disfruté la de mirada de mujer y Betty la Fea....bueno. Pero el resto para mí son un saco de relatos y situaciones absurdas que distorcionan la vida misma. A mi lo mas que me preocupa es la proyección de los valores a través de estas fórmulas televisivas. Además no hay que ser un buen crítico para notar las malas actuaciones de algunos actores. A veces son tan malas que te atrapan hasta que la acabas. La fórmula no les falla. Encuentro que los productores han encontrado la forma de vendernos estas fórmulas atacando nuestra psiquis, pero no tan solo con las telenovelas, con los reality show y los programas de "ayuda social" (laura en américa, don francisco y otros). Estos utilizan el dolor ajeno para hacer raiting o como sea que se llame.
De todas formas, simpre y cuando no me enbauquen, como dice Yiara, la fantasía ayuda a darle descanso a la rutina mental y física. Claro, siempre y cuando entienda que lo que use como entretenimiento, no me lo crea....

Bye,

marli said...

hello amigo ernesto:
De las telenovelas te diré que no veo muchas por falta de tiempo, pero si como francisco me encanto Mirada de mujer y Betty la fea fueron relatos las primera muy interesante por su tema y la otra por que nos sacaba de la rutina dejando ver que las feas también tienen lo suyo. Creo al igual que francisco que los entretenimientos de ayuda social que hoy dia se presentan solo nos degradan como seres humanos especialmente a nosotras las mujeres. Pero nada creo que todo aquello que nos sirva para sacarnos de esta rutina de violencia y locura despues que nos nos afecte y que nos haga reir un poco es bueno

Anonymous said...

Que buen ensayo sobre las telenovelas. La única novela que me gustaba y trataba de ver era 'El Clon', que siempre perdía en los ratings con la uber-basura que era Gata Salvaje. Creo que ese afán por las novelas es por no tener que pensar, pero espero que algún día el género evolucione y que haga otras cosas interesantes como Betty, El Clon y Mirada de Mujer, que aunque nunca la vi, siempre dicen que fue muy buena. (De Betty he visto un par de capítulos, pero nunca fui novelera.)







"Had I known I was dead
I would have mourned my loss of life"

- Ota Dokan

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