En noches de niebla espesa... llama.


Las sombras se hacían cada vez más densas dentro de la casa. Abrazaban las paredes, como relacionándose amatoriamente con cada partícula de la construcción. El aire frío y cortante se paseaba de a poco por los pasillos, y aunque nadie apagaba las luces, los tonos amarillentos de las bombillas, adquirían precisiones ocres, onduladas en cada esquina. El olor del desuso y el miedo se confundía con las escencias de cenizas de cigarrillo, mientras poco a poco el sueño, pesado y lento, llegaba plagado de malos pensamientos.

Comenzó a preocuparse mucho antes de que el problema comenzara, cuando su hermana, niña aún, sentada en la cama, con piernas entrecruzadas y sus largos cabellos callendo sobre el cuerpo desnudo cantaba, ajena y armónica, canciones de amor en otro idioma al unisono con una voz que parecía venir del radio receptor con el que jugaban. Fue entonces cuando entendió que de cierta manera algo siempre sucedería.

Estaba segura de que debía ser ella nuevamente al teléfono con Luis. Ultimamente, mientras hablaba dormido, sólo hacía referencias a ella: le decía cuanto la había querido, le recitaba poemas de amor inventados, se reía de cosas que eran sólo de ellos, cosas que no se deben decir aun mientras se está con los ojos abiertos.

Marta recién había quedado dormida, y la última vez que miró él estaba a su lado profundamente dormido. Al despertar de súbito, encontró que la niebla espesa se colaba por los ventanales, a la vez que en la distancia, allá en la sala, la voz de Luis contestaba en monosílabos, casi suspirando, como para no ser escuchado.

Recurrió entonces al miedo; ese gran motivador de reacciones insanas, el mismo por el que en las últimas noches no había salido de la casa, intentando dilusidar sus cavilaciones sobre la conducta de todos en la casa. Hacía algún tiempo que ya no visitaban al doctor, había indicado que Luis era sonambulo, pero ella sabía que no era eso precisamente la razón para él levantarse de la cama en medio de la noche fría. Era como si guardara algo.

Ya sabía lo que hacía; hablaba por teléfono, pero con quién, era el enigma que aún, varios meses después, no podía precisar. Pensó en su hermana otra vez, siempre lo hacía cuando la niebla arropaba la casa, y justo igual que antes, un vacío inmenso y ahogante se apoderó de su vientre.

Caminaba silenciosamente por el pasillo gélido, mientras las sombras parecían exprimirse sobre sus zapatillas rosadas.

-No puedo dejarla -contestó Luis-, estaría mal hacerlo.

Comenzó a sentir un sabor amargo en la garganta, quemándole los labios, desenfocando su concentración para no ser escuchada. Era preciso que tomara el pequeño telefono y le gritara con todo su odio y todo su miedo que no llamara más. A su entender era clara la contestación de Luis, ya no quería seguir aquel juego tonto. Debía dejárlos en paz, permitirles retomar la vida donde la dejaron justo cuando ella comenzó a llamar. Eso haría.

Se acercó en silencio, la silueta del niño era abrazada por una inusual oscuridad malva, mientras las sombras comenzaban a replegarse por todo el suelo. Se aceleró su respiración. Repentinamente, emulando el ataque depredador de una bestia asustada, se avalanzó sobre Luis arrebatando el instrumento de sus manos. El niño calló con ojos cerrados y profundamente dormido de soslayo en el sofá, mientras su madre ponía el aparato en su oído.

-…debes volver, hijo -dijo una voz decreprita, muy parecida a la del amante astral con el que su hermana hablaba en las noches-, aquí todos te extrañan.

Marta alejó el pequeño teléfono de su oído, mientras en asombro, constataba que la unidad estaba apagada porque había sido desactivada cuando las llamadas comenzaron, y no tenía sentido mantenerla cargada.

La niebla espesa parecía disiparse.


2 observaciones:

Anonymous said...

no dejas de sorprender... ¿éste lo habías publicado antes verdad?.... ¿Cuándo vas a sacar la compilación de cuentos?

Unknown said...

También a mí me encantaría llamar pero le tengo miedo a la niebla espesa.

Salu2







"Had I known I was dead
I would have mourned my loss of life"

- Ota Dokan

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